Todos hemos oído hablar del perro del hortelano, el tan referenciado que ni come ni deja comer, pero bordeando la metáfora aterrizamos en la vida real y nos perfilamos como seguros conocedores de más de un "perro del hortelano", quizás lo tenemos más cerca de lo que pensamos o queremos e incluso no sepamos que le tenemos al acecho.
Una de las cosas de las que tenemos necesidad de refresco es el "vive y deja vivir", una máxima que casi todos obviamos en la actualidad. Podríamos pensar que es más divertido meter el dedo en el ojo al vecino que dejar que repose pero la realidad rebosa ejemplos opuestos y ello es consecuencia de que nuestra sociedad ha ido escorándose hacia los peligrosos arrecifes de la falta de respeto personal y profesional debido a que se ha llegado a una situación en la que nunca pasa nada, todo el mundo es libre para acusar y engañar invirtiendo la presunción de inocencia y obviando pensar en que un roto, aunque cosido, siempre es visible y recuerda que en su momento fue un roto.
Muchas de las experiencias empresariales internas que se incuban en nuestros negocios, y más ahora que la delicada situación socio económica provoca que las empresas mantengan afilados los sables con los que recortan sus plantillas, van enfocadas hacia el ansia de no dejar comer y están basadas en la errónea y malintencionada creencia que nuestras miserias serán ocultadas por la exaltación de las posibles miserias de los demás.
Si nos sentamos diez minutos a rememorar escenarios sacaremos a flote más de un ejemplo en el que una persona no se siente mal porque no la hayan elogiado a ella sino que no soporta que hayan elogiado a otra. O encontraremos resquemor o rencor porque el de la mesa de enfrente ha cogido el 16 de Agosto de vacaciones aprovechando que el 15 es fiesta, cuando probablemente al "personaje supuestamente herido" le es indiferente el 16 de Agosto. La cuestión es no dejar comer.
Somos humanos?, obviamente pero ello no es justificación para ser intrusivos en los círculos de competencia de los demás y en situaciones que no nos competen; nos equivocamos?, por supuesto pero si no aprendemos de ello tendremos menos calidad humana que antes ya que no habremos aprovechado la experiencia vivida para mejorar; somos envidiosos?, sin duda y por naturaleza pero podemos prosperar con ella siempre que sea positivamente canalizada hacia nuestra zona de influencia competencial y jamás como acicate para compañeros.
La inseguridad profesional actual provoca que cambiemos nuestra forma de vernos en la empresa pero esa visión debe servirnos para mejorar como profesionales en nuestro puesto de trabajo y no para desacreditar los puestos de trabajo con los que compartimos el día a día. Desde el momento que decidimos no dejar comer estamos manifestando a jefes y compañeros que estamos escasamente capacitados para el trabajo por el que nos contrataron, eso genera un feedback negativo que afecta al entorno profesional y jamás conduce a nada bueno.
Nuestra educación profesional sigue tatuada por una fuerte herencia del miedo, una cultura de la huida en la responsabilidad de las acciones y una capacidad importante de asignar errores a los demás que es directamente proporcional en intensidad a la distancia a la que se encuentra el receptor pasivo de nuestras asignaciones.
Sería interesante para gestionar el miedo que nos convierte en perro del hortelano aprender de las cebras. Las cebras no tienen estrés sin embargo cuando aparece la leona sufren un enorme ataque de ansiedad que hace que salgan corriendo para huir del predador. Los años de evolución han hecho que las cebras hayan interpretado que no es necesario correr más que la leona por obvias desventajas físicas sino que es suficiente con correr más que la cebra que tienen corriendo a su lado. Sin embargo las cebras se preocupan por correr más que sus vecinas no por frenar su arranque cuando viene el predador, pérdida de tiempo que probablemente provocaría la muerte de la primera.
Este hecho debería iluminarnos en el sentido que debemos entender la competencia profesional como lo que es, una demostración funcional de que somos competentes ya que competencia deriva de competente y no de competición, por ello debemos preocuparnos por ser buenos en nuestro trabajo y no por complicar el de los demás.
Que haya perros del hortelano repartidos por la geografía empresarial no significa que no sean identificados y tildados. Es evidente que los profesionales que desean mejorar y prosperar van virando su rumbo hacia sus capacidades con lo que van perdiendo el miedo a desaparecer del mapa de su empresa y ese aclarado va dejando solos en la pista de baile a los incapaces y perjudiciales perros del hortelano. Pero cuidado que además muerden.
Una de las cosas de las que tenemos necesidad de refresco es el "vive y deja vivir", una máxima que casi todos obviamos en la actualidad. Podríamos pensar que es más divertido meter el dedo en el ojo al vecino que dejar que repose pero la realidad rebosa ejemplos opuestos y ello es consecuencia de que nuestra sociedad ha ido escorándose hacia los peligrosos arrecifes de la falta de respeto personal y profesional debido a que se ha llegado a una situación en la que nunca pasa nada, todo el mundo es libre para acusar y engañar invirtiendo la presunción de inocencia y obviando pensar en que un roto, aunque cosido, siempre es visible y recuerda que en su momento fue un roto.
Muchas de las experiencias empresariales internas que se incuban en nuestros negocios, y más ahora que la delicada situación socio económica provoca que las empresas mantengan afilados los sables con los que recortan sus plantillas, van enfocadas hacia el ansia de no dejar comer y están basadas en la errónea y malintencionada creencia que nuestras miserias serán ocultadas por la exaltación de las posibles miserias de los demás.
Si nos sentamos diez minutos a rememorar escenarios sacaremos a flote más de un ejemplo en el que una persona no se siente mal porque no la hayan elogiado a ella sino que no soporta que hayan elogiado a otra. O encontraremos resquemor o rencor porque el de la mesa de enfrente ha cogido el 16 de Agosto de vacaciones aprovechando que el 15 es fiesta, cuando probablemente al "personaje supuestamente herido" le es indiferente el 16 de Agosto. La cuestión es no dejar comer.
Somos humanos?, obviamente pero ello no es justificación para ser intrusivos en los círculos de competencia de los demás y en situaciones que no nos competen; nos equivocamos?, por supuesto pero si no aprendemos de ello tendremos menos calidad humana que antes ya que no habremos aprovechado la experiencia vivida para mejorar; somos envidiosos?, sin duda y por naturaleza pero podemos prosperar con ella siempre que sea positivamente canalizada hacia nuestra zona de influencia competencial y jamás como acicate para compañeros.
La inseguridad profesional actual provoca que cambiemos nuestra forma de vernos en la empresa pero esa visión debe servirnos para mejorar como profesionales en nuestro puesto de trabajo y no para desacreditar los puestos de trabajo con los que compartimos el día a día. Desde el momento que decidimos no dejar comer estamos manifestando a jefes y compañeros que estamos escasamente capacitados para el trabajo por el que nos contrataron, eso genera un feedback negativo que afecta al entorno profesional y jamás conduce a nada bueno.
Nuestra educación profesional sigue tatuada por una fuerte herencia del miedo, una cultura de la huida en la responsabilidad de las acciones y una capacidad importante de asignar errores a los demás que es directamente proporcional en intensidad a la distancia a la que se encuentra el receptor pasivo de nuestras asignaciones.
Sería interesante para gestionar el miedo que nos convierte en perro del hortelano aprender de las cebras. Las cebras no tienen estrés sin embargo cuando aparece la leona sufren un enorme ataque de ansiedad que hace que salgan corriendo para huir del predador. Los años de evolución han hecho que las cebras hayan interpretado que no es necesario correr más que la leona por obvias desventajas físicas sino que es suficiente con correr más que la cebra que tienen corriendo a su lado. Sin embargo las cebras se preocupan por correr más que sus vecinas no por frenar su arranque cuando viene el predador, pérdida de tiempo que probablemente provocaría la muerte de la primera.
Este hecho debería iluminarnos en el sentido que debemos entender la competencia profesional como lo que es, una demostración funcional de que somos competentes ya que competencia deriva de competente y no de competición, por ello debemos preocuparnos por ser buenos en nuestro trabajo y no por complicar el de los demás.
Que haya perros del hortelano repartidos por la geografía empresarial no significa que no sean identificados y tildados. Es evidente que los profesionales que desean mejorar y prosperar van virando su rumbo hacia sus capacidades con lo que van perdiendo el miedo a desaparecer del mapa de su empresa y ese aclarado va dejando solos en la pista de baile a los incapaces y perjudiciales perros del hortelano. Pero cuidado que además muerden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario