martes, 26 de julio de 2011

Por qué "pasamos" de Guillermo de Ockham?

"entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem", esta es la famosa Navaja de Ockham, también conocida como Principio de Economía o Parsimonia, un simple concepto según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

Cualquier decisión que tomemos puede ir supeditada al filo de la Navaja de Ockham de forma que podamos acceder a la solución más simple en el menor tiempo posible lo que nos convierte en eficientes y hace que dispongamos de más tiempo para otros menesteres.

Sin embargo hoy día el tejido empresarial viene cargado de maquillaje sobre eficiencia y optimización del tiempo y digo maquillaje porque existe una brecha muy real entre lo planteado y lo ejecutado en cuanto a tratamiento del tiempo se refiere.

El tiempo es una verdad universal, al menos mientras seguimos con los pies anclados a tierra, una hora son sesenta minutos aquí y allí y muy a pesar nuestro somos nosotros los que fluimos a través de él y no viceversa, nos creemos los dueños del tiempo cuando es él quién juega con nosotros disfrutando de vernos pasar. El tiempo ni se gana ni se pierde, ni nos falta ni nos sobra, ni siquiera se gestiona y su relatividad en velocidad de paso dependiendo de lo bien o mal que lo usemos es sólo una sensación forjada por nuestros sentidos. En realidad somos nosotros los que no sabemos navegar por él.

De lo que sí somos capaces los seres humanos, o al menos algunos, es de organizarnos mejor para utilizar menos tiempo en hacer una tarea lo que nos deja, dentro de un mismo intervalo temporal y por pura matemática, un trozo de tiempo en el que podemos hacer otras cosas pero para ello debemos ser capaces de optimizar, de base, la tarea a realizar con el objeto de reducirla al máximo, y para ello tenemos la Navaja de Ockham.

Pero la realidad del día a día nos muestra el maquillaje al completo y aunque parezca surrealista un porcentaje muy grande de las personas y profesionales con las que nos relacionamos a diario tienen una tendencia patológica a complicar las cosas, sufren una especia de síndrome que les impide actuar bajo los preceptos de Ockham, unos por desconocimiento y otros por miedo a que su lana sea de un color diferente al del resto del rebaño.

Y no es válida la excusa que la Navaja de Ockham es complicada: si un bosque arde es más probable que alguien le haya prendido fuego que no que un láser lo haya provocado, y si el láser proviene de una nave alienígena es aún mucho menos probable aparte de poco posible. Ejemplos como este dan muestra de la sencillez de uso y de la inestimable ayuda que puede suponer en la toma de decisiones, sólo tenemos que adoptar esa forma de pensamiento y conseguir automatizarla para optimizar nuestra gestión de tareas en tiempos concretos.

Y debemos huir de la flora y fauna que destruyen la Navaja de Ockham, debemos protegernos de los que proponen vías complejas e inmediatas sin análisis previo de las sencillas, debemos ser fieles a los principios de la parsimonia en un mundo extremamente acelerado y hacer caso a Guillermo de Ockham: si una tarea que no depende sólo de nosotros se ha dimensionado excesivamente en el tiempo y no ha dado los resultados esperados es mucho más probable que haya sido malversada por un "complicador" que la dificultad propia de la tarea haya provocado su final.