miércoles, 14 de diciembre de 2011

Por qué no podemos equivocarnos?

No es un tópico, ni una ilusión, ni un error de apreciación, ni siquiera una verdad de Perogrullo, es una realidad manifiesta, demostrable y lamentablemente muy sedimentada en nuestro entorno socio-empresarial: no podemos equivocarnos.

Es así de real, el que se equivoca es etiquetado de inmediato como dudoso en lo que hace, el que se alinea con el que se equivoca defendiendo la libertad de poder hacerlo es peor considerado que él o cómplice del error y oficialmente un sospechoso profesional, mientras que el que recrimina la teórica torpeza del responsable del error es elevado a los altares de la gloria como genio de la empresa.

Y destaco al anunciador como el que recrimina el error, no me refiero al que lo detecta ni al que lo analiza, ni siquiera al que ayuda a resolverlo, me refiero a esa alimaña siempre cercana, siempre al acecho, con dotes de cazador pero temple de perdedor que piensa, en línea con el caracter semi licuado de su cerebro, que parte importante de su jornada profesional pasa por cubrir sus carencias revelando los errores de los demás sin aportar jamás nada positivo. Goethe dijo "si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia", pero claro, quién fue Goethe para estas alimañas?.

Pero no nos hagamos mala sangre, no pensemos que todo es negativo ni que lo negativo es malo y debe esconderse, pero sí estemos atentos y no dudemos jamás de la existencia de las alimañas porque siempre están ahí, al acecho, buscando la forma de desprestigiar en su beneficio como método para destacar.

Sin embargo y siendo más estrictos en el desarrollo de la idea destacar que el sentido real del problema es que el error está mal visto en nuestro país sea cual sea la óptica desde la que se observa y por desgracia es un tema cultural. En EEUU el primer día de clase y nada más llegar el profesor solicita si hay alguna pregunta, levantando la mano el 70% del alumnado. Y lo hacen porque no tienen miedo al error, a equivocarse o a decir algo que pueda parecer absurdo a priori. Si esto se extrapolase a  nuestro país nada más salir de clase nos faltaría tiempo para llamar a todos y contarles que el profesor perdió la cabeza por preguntar justo al llegar, jactándonos a la vez de las carcajadas emitidas al escuchar la única pregunta de un compañero.

La evolución y la revolución basan su proactividad y ejecución en el análisis y solución del error, por contra a la involución se llega escondiéndolo. Pero aunque los tiempos que vivimos demandan cualquier cosa menos involución seguimos tendiendo de forma preocupante a esconder el error para no ser cazado y que pueda ser puesta en duda nuestra capacidad.

Pero sin duda lo que agrava seriamente este entorno destructivo es que alguien se crea en posesión del derecho de prohibir equivocarse, que se vea con derecho a ser intrusivo en nuestro libre albedrío lo que de por sí ya es ofensivo, pero si además ese alguien piensa seriamente como es el caso que nos ocupa que está dotado de derecho para impugnar que nos hayamos equivocado, ello roza lo indecente y es él mismo quién está ejerciendo el derecho al error que tanto impugna. Es humanamente ridículo y de mentes mediocres pensar que no podemos o incluso debemos equivocarnos cuando necesitamos el error para crecer y desarrollarnos.

Y la explicación que ampara la solución es simple: responsabilidad. Quien no es capaz de reconocer un error es porque no tiene la responsabilidad de asumirlo y carece de cualquier iniciativa en rectificarlo siendo ese un aspecto vital a temer en el desarrollo de nuestra faceta profesional y en el de nuestras empresas y negocios.

Claro que podemos equivocarnos, dejemos de temer al error, adquiramos responsabilidad sobre lo que hacemos como medio de ser coherentes con nosotros mismos como persona y profesional, estemos siempre en la línea de la proactividad y el análisis y sobre todo apelemos a la fórmula de aportar soluciones en lugar de criticar los errores.

Y tengamos la tranquilidad y seguridad que la asunción de responsabilidad y la capacidad de rectificación conlleva la casi total condena al ostracismo de las citadas alimañas por quedarse sin los escasísimos recursos que tienen. El resto de condena es suya propia simplemente por ser como son y de la empresa que debe luchar para que sus flujos de trabajo se alejen de estas personas.

Si esta mañana nos equivocamos y esta tarde encontramos la solución apelando a la responsabilidad de habernos equivocado, mañana seremos mejores de lo que éramos hoy.  

martes, 29 de noviembre de 2011

Cuidado con el placebo

Los que leemos, escribimos, consultamos, participamos y nos movemos un poco por Internet y el tan reciente mundo del Social Media detectamos un posicionamiento conceptual genérico en casi todo lo que leemos y que encontramos de vez en cuando expresamente tratado como comentario: una reiterada insistencia sobre lo contraproducente de ser negativo en cualquier acción escrita que ejerzamos o en la que participemos.

Este posicionamiento que parece obvio y cristalino en comprensión debe ser, sin embargo, interpretado con sentido ya que como usuarios de la red debemos ser coherentes con nosotros mismos y conscientes de lo que queremos transmitir. Si escribimos no lo hacemos por escribir, lo hacemos porque pensamos que podemos aportar algo positivo.

Por ello es esencial que seamos escrupulosos en la diferenciación que existe de base entre negatividad y realidad para que nuestros escritos transmitan de fondo este matiz, así el lector podrá posicionarse en el tema desarrollado con conocimiento de causa y apreciará sin duda el tiempo dedicado al mismo por su redactor. En resumen, el lector debe detectar a través del escrito que no somos negativos sino realistas.

Pero cuidado con los placebos, vigilemos los redactados cuyo positivismo maquilla la realidad y cuyo editor busca reconocimiento personal como positivista en lugar de transmisor de conocimiento cierto orientado al planteamiento y resolución de problemas. Todos conocemos el efecto efectivo pero efímero de un placebo y el mundo del conocimiento no es partidario de placebos.

Exponer situaciones problemáticas no es ser negativo si se hace con objeto enunciativo, informativo y/o docente, mostrando como horizonte expuesto una posible solución al contenido expresado. Lamentablemente en nuestros días los problemas nos envuelven y existe la creencia que si maquillamos esos problemas con comentarios laterales positivos haremos que desaparezcan. Terminada la lectura es posible que nos sintamos aliviados e incluso animados por el efecto placebo pero repetimos, cuidado con él porque no es real ni duradero.

Todos sabemos que la mejor forma de encontrar la solución a un problema es acometerlo cuanto antes y si queremos hacernos con la solución debemos actuar firme y valientemente contra él. Y estemos prevenidos contra las personas que fomentan el descrédito de los demás porque dicen la verdad o exponen de cara los problemas, estas personas son dañinas y muy probablemente hayan participado en la creación del problema.

Participemos en los blogs con ilusión y sinceridad, aportemos nuestro conocimiento y nuestras soluciones si estamos en posesión de ellas. Sólo podremos crecer como personas, profesionales y empresas si conseguimos que el tren estabilice su velocidad de crucero porque todos vamos en el mismo y no es cuestión de ir perdiendo estaciones.




lunes, 31 de octubre de 2011

Obedecer o contribuir?

Esa es la cuestión y vaya cuestión. Cuando hablamos de empresa, de nuestro posicionamiento en la misma como empleados aparece esa disyuntiva debiendo tener claro cuál es nuestro rol en ella y preguntándonos a nosotros mismos si somos obedientes como corderitos o participativos como perro pastor.

Está claro que cada puesto de trabajo tiene su función dentro de la empresa por ello y para obviar los puestos definidos exclusivamente para que su poseedor se limite a seguir órdenes (hecho igualmente discutible, siempre podemos y debemos participar), nos orientamos a los que tienen una responsabilidad inherente que define su significado en la empresa, a esos puestos en los que uno de los preceptos en el proceso de selección de personal es la demanda de actitud y participación, en esos en los que la empresa espera de nosotros que la ayudemos a crecer.

Nos cuesta mucho que nuestras empresas mejoren y sean más productivas y uno de los motivos que atenaza el modelo es que seguimos viviendo en un mundo empresarial regido por el miedo a ser superado por los que son nuestros compañeros de trabajo lo que hace que nos convirtamos en taciturnos, desconfiados y falsos. Y quizás no seamos culpables del todo ya que nuestra cultura educativa nos enseña a dividir recursos en lugar de sumar esfuerzos, a ser egoístas con nuestro conocimiento y nos incita a creer que si aprendemos algo y nos lo quedamos para nosotros seremos mejores que nuestros compañeros. Aunque si no lo compartimos que tesoro más triste tenemos, no?.

Vemos que si lo compartimos delante del jefe por mostrarnos mejores que los demñas es en ese momento cuando tendremos que compartirlo igualmente, con lo que retrasamos la aplicación del conocimiento e implicamos al jefe en una decisión que podría haberse ahorrado y que habría cambiado por agradecimiento si hubiéramos ido todos con la solución por haber compartido previamente el conocimiento. Pero claro, y si comparto mi conocimiento con mi compañero y es él quien lo propone al jefe como suyo, hecho harto conocido en nuestras empresas y proyectos?. Esa es la herencia a la que hacemos referencia, la desconfianza que genera el egoísmo que genera desconfianza.

Por ello tendemos a desacelerar nuestro ímpetu por participar, forzamos que nuestra actitud disminuya lo que hace que parezca que disminuye nuestra aptitud y acabamos por obedecer en lugar de contribuir.

Obedecer es cumplir con lo que se manda, punto. Contribuir es ayudar con otras personas al logro de algún fin y aunque la diferencia es manifiesta y decanta por completo la balanza hacia el plato de la contribución. Sabemos que la incitación a la obediencia a través del uso de la fuerza por jerarquía profesional está impuesta en la empresa en un grado que no es bueno para el tejido empresarial ni para los empleados que lo habitan.

Mandar es tremendamente sencillo si se está dotado de algún poder, argumentar para obtener participación y resultados ya no es tan simple ni intuitivo porque depende de la capacidad del que argumenta y ese es otro de grilletes de la empresa, tener directores o responsables que saben mandar pero no saben dirigir. La lista de ellos que ha publicado la crisis es interminable y habla de cómo está la empresa.

Y no perdamos de vista, porque la tendencia es creciente en gravedad, que tener capacidad para mandar no implica tener capacidad para saber lo que se manda y que en muchas ocasiones se cumple esta premisa ya que si el ordenante estuviera capacitado sobre el tema a tratar probablemente optaría por argumentar. Obviamente no citamos las veces que la acción es un simple "mando y ordeno" de los "porque soy el jefe", estos los dejamos para el comic. 

Pero nosotros debemos ser consecuentes con nosotros mismos, actuar como profesionales aportando nuestro esfuerzo por el bien de la empresa en la que estamos pero sobre todo para sernos fieles y apelar a nuestra dignidad personal y profesional. Aunque Perogrullo pudiera argumentarnos que esta frase le pertenece dejemos patente que como empleados nos pagan por trabajar y no por ir al trabajo, hecho que muchos no tienen claro aunque les paguen por mes hecho y no por mes anticipado. Es muy simple entender que si ayudamos a la empresa en la que estamos nos ayudamos a nosotros mismos a seguir en ella.

Obedecer o contribuir, yo tengo claro por cuál me decanto.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Estupidez delegada, cuidado con ella

Delegar es una de las prioridades que debe proponer y activar cualquier mando de empresa y saber delegar es, a su vez, uno de los valores más buscados en dicho perfil profesional.

Sin embargo vivimos momentos empresariales especialmente atípicos donde la crisis ha destapado entre muchas otras facetas ocultas una gran incapacidad por conducir una empresa. Y entre esas "sorpresas" nos encontramos con que podemos ser presa de una variación en el ámbito de la delegación que afecta no sólo a nuestra autoestima profesional sino que puede configurar un enmascaramiento de nuestras capacidades que nos fruste como profesionales y conforme a nuestro alrededor un agregado de personas externas que nos recepcionen como puros memos.

Hablamos de la estupidez delegada, esa especificidad sórdida que tienen muchos "Directores o Responsables de algo" que han conseguido escalar hasta su nivel óptimo de incompetencia y desarrollarlo al máximo aferrándose a la jerarquiología detallada en el Principio de Peter y que sin rubor ni responsabilidad subsidiaria son capaces de infringir y contagiar a los desdichados que tienen a su cargo apelando al poder de esa jerarquía que les protege.

"Claro, somos empleados, mandados en definitiva y nuestro trabajo es obedecer". Pues yo creo que eso lo hace un perro ovejero pero no un profesional, nada tiene que ver con ese sistema arcaico y absolutista. No hay duda que las empresas necesitan del aporte cognitivo de todos los miembros de la misma sin distinción de puesto. Pero claro, qué "jefe en sus cabales" se la juega a que alguno de sus "mandados" sepa más que él de una temática específica o sea capaz de mantener una conversación coherente y argumentada que conduzca a tener que admitir como jefe que se equivocaba o que está menos capacitado.

Pero si eres persona que basa su existencia en la coherencia y tu sentido común se encuentra en el punto que a todos se nos presupone la estupidez delegada se convierte en dolor personal crónico y en una de las pandemias del tejido empresarial cuya cura sigue por ahora cultivándose en una placa de Petri a la espera de su análisis y contaje.

El tejido empresarial en nuestro país rebosa reuniones y cuando acudes a una empapado de estupidez delegada vas temeroso y dubitativo de mostrarte como memo pero tranquilo, la confirmación del temor se consolida cuando participas en la misma exponiendo los argumentos de dibujos animados delegados desde ese altar de la prepotencia acognitiva y la fuerza bruta. El hecho corriente de no poder citar la fuente de la estupidez en muchas de esas ocasiones hace que los asistentes a la reunión cuyos axones en buenas condiciones hacen que sus sinapsis neuronales funcionen a la velocidad adecuada conforman de tí la imagen de un tontito que han enviado como relleno.

Y con qué argumentario vuelves a tu trabajo, ese trozo de la "Dimensión Desconocida"?, pues debes ir preparado para aportar, obviamente, algo de valor al creador de tu memo-maquillaje, tu jefe, y ahí es dónde aprecias con incredulidad que lo que le transmites no tiene que ser siquiera nada tratado en la reunión sino que debes explicarle lo que él quiere escuchar. Y si no es así eres tildado de repente como mal profesional por no haber interpretado ni entendido lo que tu jefe quería transmitir y sobre todo lo que esperaba recibir de dicha reunión.

Es obvio que en la mayoría de ocasiones como ésta el jefe nos ha enviado a nosotros a esa reunión en lugar de ir él en un acto que debería interpretarse como confianza profesional y delegación de tareas pero que en realidad es un acto de pereza alimentado por su propia incapacidad. Todo ello confirma que la crisis ha destapado las carencias de muchos responsables que vivieron como príncipes en época de bonanza y forjaron una ilusoria fama de "grandes gestores", diseminada en esos tiempos e inexistente en la actualidad y que se encuentran en la cuerda floja sin ser siquiera conscientes de ello.

Y no nos engañemos, no seamos mentalmente rácanos y dejemos de jugar con la broma, los que lean estas líneas pensando que no tienen sentido no afectan obviamente a su contenido ni al redactor del mismo, pero es conveniente que analicen por la noche al acostarse, momento en el que ya no pueden engañarse a ellos mismos, si es sobre ellos sobre los que tratan estas líneas. La dignidad humana debe paralelizarse siempre con la dignidad profesional, es hora de darnos cuenta de que o cambia todo esto o la elasticidad de la crisis seguirá estirándola en el tiempo.

martes, 26 de julio de 2011

Por qué "pasamos" de Guillermo de Ockham?

"entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem", esta es la famosa Navaja de Ockham, también conocida como Principio de Economía o Parsimonia, un simple concepto según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

Cualquier decisión que tomemos puede ir supeditada al filo de la Navaja de Ockham de forma que podamos acceder a la solución más simple en el menor tiempo posible lo que nos convierte en eficientes y hace que dispongamos de más tiempo para otros menesteres.

Sin embargo hoy día el tejido empresarial viene cargado de maquillaje sobre eficiencia y optimización del tiempo y digo maquillaje porque existe una brecha muy real entre lo planteado y lo ejecutado en cuanto a tratamiento del tiempo se refiere.

El tiempo es una verdad universal, al menos mientras seguimos con los pies anclados a tierra, una hora son sesenta minutos aquí y allí y muy a pesar nuestro somos nosotros los que fluimos a través de él y no viceversa, nos creemos los dueños del tiempo cuando es él quién juega con nosotros disfrutando de vernos pasar. El tiempo ni se gana ni se pierde, ni nos falta ni nos sobra, ni siquiera se gestiona y su relatividad en velocidad de paso dependiendo de lo bien o mal que lo usemos es sólo una sensación forjada por nuestros sentidos. En realidad somos nosotros los que no sabemos navegar por él.

De lo que sí somos capaces los seres humanos, o al menos algunos, es de organizarnos mejor para utilizar menos tiempo en hacer una tarea lo que nos deja, dentro de un mismo intervalo temporal y por pura matemática, un trozo de tiempo en el que podemos hacer otras cosas pero para ello debemos ser capaces de optimizar, de base, la tarea a realizar con el objeto de reducirla al máximo, y para ello tenemos la Navaja de Ockham.

Pero la realidad del día a día nos muestra el maquillaje al completo y aunque parezca surrealista un porcentaje muy grande de las personas y profesionales con las que nos relacionamos a diario tienen una tendencia patológica a complicar las cosas, sufren una especia de síndrome que les impide actuar bajo los preceptos de Ockham, unos por desconocimiento y otros por miedo a que su lana sea de un color diferente al del resto del rebaño.

Y no es válida la excusa que la Navaja de Ockham es complicada: si un bosque arde es más probable que alguien le haya prendido fuego que no que un láser lo haya provocado, y si el láser proviene de una nave alienígena es aún mucho menos probable aparte de poco posible. Ejemplos como este dan muestra de la sencillez de uso y de la inestimable ayuda que puede suponer en la toma de decisiones, sólo tenemos que adoptar esa forma de pensamiento y conseguir automatizarla para optimizar nuestra gestión de tareas en tiempos concretos.

Y debemos huir de la flora y fauna que destruyen la Navaja de Ockham, debemos protegernos de los que proponen vías complejas e inmediatas sin análisis previo de las sencillas, debemos ser fieles a los principios de la parsimonia en un mundo extremamente acelerado y hacer caso a Guillermo de Ockham: si una tarea que no depende sólo de nosotros se ha dimensionado excesivamente en el tiempo y no ha dado los resultados esperados es mucho más probable que haya sido malversada por un "complicador" que la dificultad propia de la tarea haya provocado su final.

jueves, 30 de junio de 2011

Eres el perro del hortelano?

Todos hemos oído hablar del perro del hortelano, el tan referenciado que ni come ni deja comer, pero bordeando la metáfora aterrizamos en la vida real y nos perfilamos como seguros conocedores de más de un "perro del hortelano", quizás lo tenemos más cerca de lo que pensamos o queremos e incluso no sepamos que le tenemos al acecho.

Una de las cosas de las que tenemos necesidad de refresco es el "vive y deja vivir", una máxima que casi todos obviamos en la actualidad. Podríamos pensar que es más divertido meter el dedo en el ojo al vecino que dejar que repose pero la realidad rebosa ejemplos opuestos y ello es consecuencia de que nuestra sociedad ha ido escorándose hacia los peligrosos arrecifes de la falta de respeto personal y profesional debido a que se ha llegado a una situación en la que nunca pasa nada, todo el mundo es libre para acusar y engañar invirtiendo la presunción de inocencia y obviando pensar en que un roto, aunque cosido, siempre es visible y recuerda que en su momento fue un roto.

Muchas de las experiencias empresariales internas que se incuban en nuestros negocios, y más ahora que la delicada situación socio económica provoca que las empresas mantengan afilados los sables con los que recortan sus plantillas, van enfocadas hacia el ansia de no dejar comer y están basadas en la errónea y malintencionada creencia que nuestras miserias serán ocultadas por la exaltación de las posibles miserias de los demás.

Si nos sentamos diez minutos a rememorar escenarios sacaremos a flote más de un ejemplo en el que una persona no se siente mal porque no la hayan elogiado a ella sino que no soporta que hayan elogiado a otra. O encontraremos resquemor o rencor porque el de la mesa de enfrente ha cogido el 16 de Agosto de vacaciones aprovechando que el 15 es fiesta, cuando probablemente al "personaje supuestamente herido" le es indiferente el 16 de Agosto. La cuestión es no dejar comer.

Somos humanos?, obviamente pero ello no es justificación para ser intrusivos en los círculos de competencia de los demás y en situaciones que no nos competen; nos equivocamos?, por supuesto pero si no aprendemos de ello tendremos menos calidad humana que antes ya que no habremos aprovechado la experiencia vivida para mejorar; somos envidiosos?, sin duda y por naturaleza pero podemos prosperar con ella siempre que sea positivamente canalizada hacia nuestra zona de influencia competencial y jamás como acicate para compañeros.

La inseguridad profesional actual provoca que cambiemos nuestra forma de vernos en la empresa pero esa visión debe servirnos para mejorar como profesionales en nuestro puesto de trabajo y no para desacreditar los puestos de trabajo con los que compartimos el día a día. Desde el momento que decidimos no dejar comer estamos manifestando a jefes y compañeros que estamos escasamente capacitados para el trabajo por el que nos contrataron, eso genera un feedback negativo que afecta al entorno profesional y jamás conduce a nada bueno.

Nuestra educación profesional sigue tatuada por una fuerte herencia del miedo, una cultura de la huida en la responsabilidad de las acciones y una capacidad importante de asignar errores a los demás que es directamente proporcional en intensidad a la distancia a la que se encuentra el receptor pasivo de nuestras asignaciones.

Sería interesante para gestionar el miedo que nos convierte en perro del hortelano aprender de las cebras. Las cebras no tienen estrés sin embargo cuando aparece la leona sufren un enorme ataque de ansiedad que hace que salgan corriendo para huir del predador. Los años de evolución han hecho que las cebras hayan interpretado que no es necesario correr más que la leona por obvias desventajas físicas sino que es suficiente con correr más que la cebra que tienen corriendo a su lado. Sin embargo las cebras se preocupan por correr más que sus vecinas no por frenar su arranque cuando viene el predador, pérdida de tiempo que probablemente provocaría la muerte de la primera.

Este hecho debería iluminarnos en el sentido que debemos entender la competencia profesional como lo que es, una demostración funcional de que somos competentes ya que competencia deriva de competente y no de competición, por ello debemos preocuparnos por ser buenos en nuestro trabajo y no por complicar el de los demás.

Que haya perros del hortelano repartidos por la geografía empresarial no significa que no sean identificados y tildados. Es evidente que los profesionales que desean mejorar y prosperar van virando su rumbo hacia sus capacidades con lo que van perdiendo el miedo a desaparecer del mapa de su empresa y ese aclarado va dejando solos en la pista de baile a los incapaces y perjudiciales perros del hortelano. Pero cuidado que además muerden.





viernes, 10 de junio de 2011

Asertividad vs Irracionalidad, el miedo nos consume?

La palabra asertivo, de aserto, proviene del latín assertus y significa "afirmación de la certeza de una cosa" con lo que podemos considerar asertiva a una persona que tiene la capacidad e interés de afirmar con certeza.

Pero qué entendemos por "afirmar con certeza"?. En la actualidad la libertad de expresión ha derivado casi a cualquier nivel que se interprete en un extremo libertinaje sin ningún soporte de coherencia que permite y en muchas ocasiones fomenta al descrédito gratuito y la falacia como argumentario de fácil uso y donde cualquiera puede opinar sobre cualquier cosa, hecho absolutamente respetable siempre que atienda a unos conocimientos de base que le permitan discernir con claridad y aportar valor ya que en caso contrario se atenta contra el desarrollo de las personas y las organizaciones. A veces es suficiente con vociferar más y mejor o ejercer guerra de guerrillas antes y/o después de la tertulia.

Actualmente hay un elevado grado de incompetencia mental, una especie de incontinencia verbal desligada por completo del proceso argumentativo y basado en factores externos de apoyo que generalmente aportan escaso o nulo valor al intérprete del improperio.

Siempre provoca más miedo el que grita que el que argumenta, siempre parece "más creíble" el que invade un espacio vital que el que espera su turno de palabra, siempre parece dominar el que infringe miedo que el que transmite confianza y todo es recolecta del cultivo del miedo por ausencia de asertividad. La base de la asertividad en las relaciones humanas es saber contestar concreta y escuetamente a algo sin tener que dar más explicaciones apoyándose en la certeza de lo contestado, resumiendo muy al extremo, saber decir sí o no sin más.

Y por qué no somos capaces de decir algo tan simple como sí o no?, por qué somos escasamente asertivos y nos dejamos abducir por la irracionalidad?. En parte porque existen tópicos por todos conocidos como "quien calla, otorga" que inducen a confundir la educación con la culpabilidad ya que aparentemente quedarse callado ante un ataque irracional o un comentario sin sentido ni base alguna es aceptar el envite cuando realmente se está utilizando la educación y cordura para no dejar en evidencia al emisor del improperio aunque sea plenamente merecedor de ello.

O porque desde pequeños somos educados en el terror al ridículo y en el fomento de la desacreditación gratuita a terceros como herramienta de auto reivindicación lo que nos convierte en seres vacíos, carentes de sentido común, propensos a la disolución de terceros y a un desmesurado e irracional auto proteccionismo que consigue, en muchas ocasiones, mostrarnos como pequeños seres destructores de los demás simplemente porque no estamos capacitados como los destruidos. Y todo se basa en la falta de educación, de la cognitiva y de la ética, ausencia de sentido común y un miedo enfermizo a no ser o parecer como los demás.

Fomentemos la asertividad, digamos sí o no a jefes, amigos, familiares y demás miembros de nuestra vida, no temamos sus reacciones aunque muchas veces sean virulentas y basemos nuestra asertividad en que la reacción a un simple "no" es consecuencia no de nuestro uso de la asertividad sino de la falta de empatía del reactivo. Debemos adquirir la conciencia y fuerza vital que nos permita gobernar nuestra vida como debemos y queremos y no como los demás piensan que debe ser. Suele ser estadísticamente cierto que un improperio hacia nosotros es consecuencia de una carencia mayor en el emisor y es sabido aunque ocultado que la mejor forma de esconder las miserias propias es destacar las de los demás.

Ya decía Johann Wolfgang Goethe que "si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia". Es cuestión de empezar a repartir artilugios de limpieza y que cada uno limpie su vereda y la asertividad es el mejor y más económico producto de limpieza que encontraremos.



lunes, 9 de mayo de 2011

Por qué queremos ser importantes?


Por qué la gente quiere ser importante?, tiene algún significado cierto "ser importante"?. En realidad no, "ser importante" se antoja como un concepto insulso per se y en muchas ocasiones gracioso si relacionamos la idea que tenemos de que algo es importante con la persona que se lo autoasigna. Verdad que nos es familiar el comentario "vaya payaso" cuando alguien se las da de "importante" y nos embadurna sin descanso con ello, pues a pesar de ello cantidades ingentes de personas buscan cada día el truco para hacer ver o creer a los demás que son "seres importantes".

Winston Churchill dijo "el problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes". Llama mucho la atención que siempre atendamos a la inteligencia de las personas cuando éstas han fallecido, en este caso concreto y en todos años no sólo no hemos aprendido nada de esta sagaz apreciación sino que hemos perfeccionado y dimensionado el arte de querer "ser importante" sin ser útil.

"Importante" es un concepto abstracto no referenciable a nada medible, es por ello que muchos individuos y aprovechándose de ello cultivan su apoderamiento tratando de impedir por todos los medios posibles que les descataloguen de dicha categoría sin darse cuenta que están fertilizando el terreno donde caerán de bruces y al cuál arrastrarán a los que con él ejerciten su acción de compra sobre las acciones del "importante".

En la escuela nos enseñan a leer, a escribir y a hablar pero no nos enseñan a escuchar sino que nos obligan a ello, creciendo todos condicionados por ese error de base y aunque sea tarea nuestra rectificarlo al crecer y desarrollarnos como persona no todos lo conseguimos. Paradigma de ello es que hoy día el que escucha a otra persona en un foro sin intervenir en la explicación suele ser tratado de indiferente o inculto cuando muy probablemente esté haciendo ejercicio de su educación y motivación por aprender del que habla que es, en definitiva, el poseedor del conocimiento. En el polo opuesto a esta situación encontraremos sin duda al "importante" haciendo alarde de su incapacidad por ocultar lo que no sabe atentando contra la dignidad cognitiva del poseedor del conocimiento.

Y para elevar el problema a un exponente superior cuando un individuo ansiado de "importancia" ha sido dotado de poder por alguien casi igual de incapaz que él por dárselo y no detectar el ansia y además más "importante" que el primero en la jerarquía de mando, la situación es prácticamente insolucionable, ingestionable e indiscutible y da paso en la empresa a una etapa de oscuridad y ostracismo que asola a todos los miembros de la comarca profesional.

Pero qué ocurre cuando el "importante" no tiene poder alguno ya que ostenta una posición destacada sólo como concepto funcional, en una organización de consenso en la que ha sido elegido por consenso como puede ser el caso de una agrupación de empresas o personas cuyo objeto es la búsqueda del beneficio del agrupado. Obvia decir que cualquier organización de este estilo debe tener un patrón de viaje y un patrono que lo articule pero su brújula debe estar siempre orientada hacia el norte del consenso y la conciencia de actuar por y para los que le han elegido. Pero parece que el "ser importante" es un poderoso campo magnético que descontrola el norte de la brújula desmagnetizándola y convirtiéndola en un instrumento inútil para volver a localizar el norte del consenso.

El "ser importante" atenta de frente contra la aplastante lógica del agruparse para luchar por los intereses comunes. Esta enfermedad es fácilmente prescribible y los síntomas de rápida detección: consenso global sustituído por un ejercicio del poder administrativamente inexistente pero funcionalmente aplicado; una obnubilada capacidad por decidir sobre temas escasamente conocidos ajeno a cualquier asesoramiento externo; condena a un posicionamiento pasivo de los agrupados en quebranto cognitivo y riesgo cierto de error; exposiciones surrealistas por parte del "importante" con accesos de ira contra opiniones contrarias o sibilinas estratagemas basadas en guerra de guerrillas fuera del entorno grupal para desacreditar opiniones contrarias generando ello una patología pandémica ampliamente extendida en la actualidad.

Es en estos momentos cuando los ecosistemas profesionales se vuelven inestables y los balances energéticos entre el objetivo inicial de todos los que se agruparon y el ansia personal del "importante" por destacar y tener representatividad única de él y los suyos provocan el desequilibrio que genera un enrarecimiento creciente de la atomósfera del ecosistema contaminándolo y provocando, en muchas ocasiones, su anulación y desaparición como tal.

Localicemos a los "importantes" y huyamos de ellos enseguida que podamos, apartémonos de su ansia de nada, dejemos que prosperen en sus ambientes pero no permitamos que contaminen los nuestros y orientemos siempre nuestra brújula hacia ser personas útiles, hagamos caso a W. Churchill que al parecer no le fue tan mal.



miércoles, 20 de abril de 2011

Nos guía un líder o nos manda un jefe?


Porque no es lo mismo, o eso creo por mi experiencia. Por definición un jefe es aquella persona que manda o dirige a otras, un superior jerárquico. Claro, si atendemos a esta definición vemos que todos y cada uno de los conceptos que aparecen se refieren a obligaciones y no a emociones, es decir, que según la definición un jefe "manda", "dirige" o es un "superior" pero en ningún punto menciona que un jefe debe "orientar", "guiar" y "potenciar" a las personas que están con él o a su cargo.

Allá por el 600 A.C. el gobernante griego Pítaco de Mitilene dijo "si queréis conocer a un hombre, investidle de un gran poder" haciendo referencia al cambio de comportamiento de las personas cuando se les asigna poder sobre otras, con lo que el abuso sistemático actual del poder en una tesitura de "jefe" no es ni mucho menos nueva.

Liderar es un concepto que está de moda pero que en líneas generales sigue desligado de lo que realmente se vive en la empresa donde el equilibrio entre emocionalidad y dictadura sigue siendo casi inexistente. Cuando falla la capacidad innata, la empatía, la inteligencia emocional y la coherencia humana aparece sobre todo el miedo a mostrar que están ausentes y el poder es cogido como tal, como una herramienta de sometimiento profesional que acaba convirtiéndose en personal.

El miedo a ser desbancado es tan antiguo como el tiempo y la dura escalada hacia el éxito profesional dentro de una empresa se rige siempre por el Principio de Peter que dice que "en una empresa, entidad u organización las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad una y otra vez, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia", hecho que ha sido y sigue siendo demostrado a diario.

Los líderes no temen ser desbancados ya que todo su ejercicio profesional se basa en sus capacidades innatas, sin embargo el que ha escalado hasta su nivel óptimo de incompetencia o el que adolece de falta de conocimiento vive una situación de quebrando de autoestima cuando aparece en su órbita profesional alguien dotado de conocimiento que se muestra a sus ojos como un enemigo posicional más que como un apoyo funcional, lo que curiosamente no tiene nada que ver con el poseedor del conocimiento.

Estas situaciones validan las palabras de Pítaco haciendo acto de presencia el "poder". Un jefe trabajará con el "mando y ordeno" mientras que un líder utilizará el "consensúo y canalizo" obteniéndose resultados diferentes aunque el ejecutor en ambos casos sea la misma persona y ello es porque en la vertiente del "mando y ordeno" la forma de ejecutar la tarea viene en muchas ocasiones impuesta por el jefe mientras que en la del "consensúo y canalizo" viene cognitivamente delegada en el poseedor del conocimiento, obviándose en el primer caso la capacitación del ejecutor y confiándose plenamente en ella en el segundo.

Es poco alentador un escenario de desarrollo profesional en estructuras empresariales donde el conocimiento y el aporte de soluciones es erróneamente interpretado por las personas que "mandan" lo que provoca grandes retrasos en el desarrollo de esas empresas y en asociaciones o agrupaciones empresariales donde los cargos son por elección y se vela por los intereses empresariales globales el mal ejercicio del poder es aún más peyorativo si cabe ya que las empresas que forman parte de la agrupación confían su desarrollo a las personas que abanderan la iniciativa.

El ejercer el poder como jefe no convierte a esa persona en mejor profesional sino en peor persona, no ayuda al desarrollo de la estructura profesional sino que incita a generar entornos de miedo donde la gente se convierte en poco productiva y sobre todo atenta contra el entendimiento de todo el que está dispuesto a aportar su conocimiento por el bien de la empresa y ve como ese esfuerzo es tomado como una lucha de clases en la que muy probablemente será vencido.

No es nuevo ni desconocido que los grandes líderes construyen su éxito sobre el equipo de personas elegidas expresamente con las que comparte el desarrollo de sus acciones y proyectos. Cuando hay éxito empresarial se habla siempre de grandes líderes nunca de grandes jefes, por algo debe ser y ello debe dotarnos de conciencia sobre si debemos ser jefes o líderes y sobre si debemos mandar o canalizar. 

viernes, 15 de abril de 2011

Supervivientes cognitivos: no sé pero hago ver que sí

El raciocinio aplicado al conocimiento nos hace únicos en el reino animal y es lo que diferencia las acciones repetitivas y mecánicas de las creativas y orientadas. Las personas somos capaces de adquirir conocimiento, de racionalizar las situaciones y tenemos facilidad para combinar ambas para diferenciarnos, pero en ocasiones las circunstancias del entorno en que nos encontramos son capaces de perturbar esa combinación desatando situaciones pintorescas, problemáticas e incluso perjudiciales para el entorno.

La ausencia de conocimiento en un determinado momento, en un entorno donde se trate una temática relacionada con ese conocimiento y en conjunción con personas que sí tienen el conocimiento se convierte en un condicionante importante para todos cuando en ese grupo hay presente un superviviente cognitivo, una persona que carece del conocimiento necesario pero que por razones extrañas no quiere nadie detecte que no lo tiene.

Una educación que acepta tácitamente el descrédito público y el ridículo, una importante ausencia de asertividad y una delicada falta de sentido común convierten a estas personas en supervivientes cognitivos en situaciones de inferioridad de conocimiento lo que genera un escenario de tensión que conduce irreversiblemente a una electrocución relacional de los integrantes del grupo. Y curiosamente el grado de participación y exposición del conocimiento que tiene estas personas es directamente proporcional a su grado de ausencia del mismo lo que fomenta y potencia los constantes cortocircuitos en el entorno de reunión.

Pero qué extraño comportamiento mental hace creer a estas personas que saben de un tema cuando son plenamente conscientes que no saben de él?. Pues probablemente el hecho de que en realidad son plenamente inconscientes de ello de ahí que transmitan absoluta seguridad en lo que dicen y argumentan aunque ello se aleje de la realidad.

Todas las opiniones son respetables si son respetuosas y el sentido común debería guiarnos en el planteamiento de las nuestras y en el comentario de las ajenas, sin embargo cuando la supervivencia cognitiva invade un individuo el sentido común cae preso del olvido y el personaje en sí se convierten en un modelo sarcásticos de alguien que desconoce un tema pero intenta hacer ver por todos los medios que lo domina en una burda imitación de quién realmente tiene ese conocimiento.

Y el acto final de la obra se escenifica en la capacidad de contradecir, oponer resistencia numantina y finalmente atacar por cualquier flanco visible o posible, aunque sólo para el atacante, a quien realmente posee ese conocimiento en un intento premeditado y ácido de desacreditar al que para él es el "listo" del grupo, manteniendo éste último una posición de calma externa combinada con incredulidad interna y basado todo en la certeza y sosiego que aporta tener el conocimiento cierto, de cuya ausencia total se encarga el primero de evidenciar sin pausa en su propia persona con dicha ofensiva.

La naturaleza es sabia pero estas personas se encargan de anularla ocultando el sentido común bajo una capa de miedo a lo desconocido y atentando contra la integridad conceptual de quien verdaderamente tiene el conocimiento. Y la máxima destrucción nos invade cuando el superviviente cognitivo tiene asignada capacidad ejecutiva y poder para priorizar sus decisiones lo que conduce a desastres empresariales, luchas internas en empresa, envidias profesionales entre personas escasamente profesionales y conductas vergonzosas para los que abanderan su sentido común y lo adhieren al conocimiento.

Cuando coincidamos con un superviviente cognitivo debemos elegir entre alejarnos de él si es posible lo que hará que pasemos un feliz resto del día o evadirnos de su influencia si por obligación debemos asistir a la reunión, y si no tenemos más opción que entablar batalla deberemos sufrir las consecuencias profesionales y personales de una persona por la que nos hemos visto abocados y obligados a elegir el peor de tres escenarios malos.