miércoles, 14 de diciembre de 2011

Por qué no podemos equivocarnos?

No es un tópico, ni una ilusión, ni un error de apreciación, ni siquiera una verdad de Perogrullo, es una realidad manifiesta, demostrable y lamentablemente muy sedimentada en nuestro entorno socio-empresarial: no podemos equivocarnos.

Es así de real, el que se equivoca es etiquetado de inmediato como dudoso en lo que hace, el que se alinea con el que se equivoca defendiendo la libertad de poder hacerlo es peor considerado que él o cómplice del error y oficialmente un sospechoso profesional, mientras que el que recrimina la teórica torpeza del responsable del error es elevado a los altares de la gloria como genio de la empresa.

Y destaco al anunciador como el que recrimina el error, no me refiero al que lo detecta ni al que lo analiza, ni siquiera al que ayuda a resolverlo, me refiero a esa alimaña siempre cercana, siempre al acecho, con dotes de cazador pero temple de perdedor que piensa, en línea con el caracter semi licuado de su cerebro, que parte importante de su jornada profesional pasa por cubrir sus carencias revelando los errores de los demás sin aportar jamás nada positivo. Goethe dijo "si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia", pero claro, quién fue Goethe para estas alimañas?.

Pero no nos hagamos mala sangre, no pensemos que todo es negativo ni que lo negativo es malo y debe esconderse, pero sí estemos atentos y no dudemos jamás de la existencia de las alimañas porque siempre están ahí, al acecho, buscando la forma de desprestigiar en su beneficio como método para destacar.

Sin embargo y siendo más estrictos en el desarrollo de la idea destacar que el sentido real del problema es que el error está mal visto en nuestro país sea cual sea la óptica desde la que se observa y por desgracia es un tema cultural. En EEUU el primer día de clase y nada más llegar el profesor solicita si hay alguna pregunta, levantando la mano el 70% del alumnado. Y lo hacen porque no tienen miedo al error, a equivocarse o a decir algo que pueda parecer absurdo a priori. Si esto se extrapolase a  nuestro país nada más salir de clase nos faltaría tiempo para llamar a todos y contarles que el profesor perdió la cabeza por preguntar justo al llegar, jactándonos a la vez de las carcajadas emitidas al escuchar la única pregunta de un compañero.

La evolución y la revolución basan su proactividad y ejecución en el análisis y solución del error, por contra a la involución se llega escondiéndolo. Pero aunque los tiempos que vivimos demandan cualquier cosa menos involución seguimos tendiendo de forma preocupante a esconder el error para no ser cazado y que pueda ser puesta en duda nuestra capacidad.

Pero sin duda lo que agrava seriamente este entorno destructivo es que alguien se crea en posesión del derecho de prohibir equivocarse, que se vea con derecho a ser intrusivo en nuestro libre albedrío lo que de por sí ya es ofensivo, pero si además ese alguien piensa seriamente como es el caso que nos ocupa que está dotado de derecho para impugnar que nos hayamos equivocado, ello roza lo indecente y es él mismo quién está ejerciendo el derecho al error que tanto impugna. Es humanamente ridículo y de mentes mediocres pensar que no podemos o incluso debemos equivocarnos cuando necesitamos el error para crecer y desarrollarnos.

Y la explicación que ampara la solución es simple: responsabilidad. Quien no es capaz de reconocer un error es porque no tiene la responsabilidad de asumirlo y carece de cualquier iniciativa en rectificarlo siendo ese un aspecto vital a temer en el desarrollo de nuestra faceta profesional y en el de nuestras empresas y negocios.

Claro que podemos equivocarnos, dejemos de temer al error, adquiramos responsabilidad sobre lo que hacemos como medio de ser coherentes con nosotros mismos como persona y profesional, estemos siempre en la línea de la proactividad y el análisis y sobre todo apelemos a la fórmula de aportar soluciones en lugar de criticar los errores.

Y tengamos la tranquilidad y seguridad que la asunción de responsabilidad y la capacidad de rectificación conlleva la casi total condena al ostracismo de las citadas alimañas por quedarse sin los escasísimos recursos que tienen. El resto de condena es suya propia simplemente por ser como son y de la empresa que debe luchar para que sus flujos de trabajo se alejen de estas personas.

Si esta mañana nos equivocamos y esta tarde encontramos la solución apelando a la responsabilidad de habernos equivocado, mañana seremos mejores de lo que éramos hoy.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario